El norte de Burgos es una miscelánea de paisajes: Las Merindades, pasas de un valle a
otro en apenas unos kilómetros.
En el Valle
de Losa, los establecimientos donde comer están un poco escasos, pero si lo
que gusta es la naturaleza, lugares para hacer uso de la fiambrera o comerte un
buen bocata sentado al lado de una cascada después del baño, no te van a faltar. Será por cascadas…
En Pedrosa de Tobalina, Valle de Tobalina, el agua cae desde un circo
de piedra a un remanso apto para el baño, río arriba otro paisaje en el que el
protagonista es el agua.
El Salto del Nervión, en teoría tiene una caída de 300 m. antes de encauzarse por el Cañón del Nervión –y digo teoría, porque nos han informado en el hotel que esto es para venir en época de deshielo, que a partir de junio se acabó el agua-; se encuentra en una zona protegida con denominación de Monumento Natural, el Monte de Santiago, pasear entre umbríos hayedos, descubrir los restos de una antigua lobera de origen prehistórico, donde se capturaban lobos –cuando los había-, observar el vuelo de las rapaces que anidan en los calizos e inaccesibles cortados y repisas del cañón, merece la visita aunque no haya “salto”.
En el vecino Valle de Mena, pasando el túnel que
divide los dos valles, tras coger un desvío bien señalizado a la derecha, está
la cascada de Peñaladros.
Si lo que os gustan son las piedras, la ubicación de
la ermita románica de San Pantaleón de Losa, es de lo más espectacular; joya
del románico burgalés, donde -según la información de internet y de los
lugareños- hay visitas guiadas los sábados de 11 a 14 h., -nuestro sábado falló-,
nos acercamos sobre las 11,30 disfrutamos del paisaje, de las vistas, del arte exterior y a las 12,30 nos fuimos
sin que nadie nos abriera la puerta.
El centro del valle, donde se concentran la mayoría
de los recursos, es Quincoces de Yuso. Aquí
está el Hotel Puente Romano, una casa de indianos –que por aquí también
las hay- rehabilitada con mucho gusto, con interiores sencillos, modernos y
acogedores. Está muy bien aislado, no se
oyen ni las duchas, ni las TVs, ni los cabeceros de las habitaciones limítrofes,
incluso nos pilló una concentración motera, concierto de rock incluido, y tampoco
hubo ruido exterior. La habitación, el colchón, el armario, el baño, los
“amenities” muy “amenos” a la vista y al tacto…todo correcto, confortable, limpio
y agradable. AD 65€. tno. 947 19 40 89
Para el desayuno, el café o infusión lo prepara Juanma, el resto es elección y preparación personal, lo que viene siendo un buffet, zumo natural, pan de chapata, dulces, salados… muy bien, para aguantar hasta la hora de comer sin almorzar siquiera.
En uno de los rincones del comedor de la planta baja
se aprecia la roca natural sobre la que se asienta el hotel, un lugar estupendo
donde degustar el menú de fin de semana de 16€ en el que se puede elegir entre 5
primeros, 5 segundos, 5 postres, pan y vino incluidos.
Para ir haciendo boca |
Arroz cremoso de perrechicos y setas |
Ensalada templada de bacalao con virutas de jamón ibérico |
Milhojas de solomillo de cerdo sobre crema de patatas |
Dorada al horno con refritos de ajos y cayena |
Flan de café y Arroz con leche |
Cuajada con frutos secos y miel |
En
Quincoces, la oferta de bares es
variada, probamos en Restaurante Moreno, bueeeno, psi,
psa. Éramos 4, sin mucho hambre, pagamos 25,85€ por: 2 pizzas, -están bien por
7 € cada una-, una hamburguesa -un poco pequeña, pero buena de sabor-, 2
cervezas de tercio y otra de hierbabuena –cara: 2,80€- que no estaban
suficientemente frías, 2 refrescos y una Heineken fría.
En
la carnicería pudimos comprar el queso de cabra de Llorengoz, no es muy
conocido, porque la producción es poca y sólo se comercializa por la zona, el quesero ya no vende en su granja.
La artesanía también tiene
un hueco en El taller de muñecas de Lorena, en su tienda también puedes
encontrar trabajos de otros artesanos de la zona; abre en verano, puentes y
sábados, pero si tienes interés, asegúrate llamando al 617 54 31 94.
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